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LA FELICIDAD

Y proclamé dichosos a los muertos que se fueron, más dichosos que los vivos que viven todavía. Y más dichosos que ambos son los que nunca vivieron, que no han visto el mal que se hace bajo el sol, escribe Bertrand Russell para indicarnos la existencia del mal. El peor mal es la infelicidad y lo único que he encontrado de ayuda son los buenos libros. Por eso he vuelto a La conquista de la felicidad, del filósofo británico. Ahora que ando con la cabeza enmarañada y el corazón ardiendo lo abro esperando el elixir mental que calme mi zozobra. Lo leí en la época universitaria. Releo pues los múltiples subrayados que hice en sus páginas. Intento recordar si me ayudó a ser feliz y recuerdo que lo leí sin tener necesidad de conquistar la felicidad. Entonces pensaba que la felicidad no se conquista sino que la mezcla de nuestras acciones y el azar lo determina todo. Para Russell sí y para ganar esa batalla se ha de tener una vida tranquila, pues sólo en un ambiente tranquilo puede vivir la auténtica alegría. Además es más fácil cultivar una mente ordenada que piense en las cosas en el momento adecuado, y no inadecuadamente a todas horas. Las decisiones difíciles hay que tomarlas en cuanto se tengan todos los datos disponibles.

Según Russell para ser feliz hay que reconocer la importancia del disfrute sano y tranquilo en un ideal de vida equilibrado. Algunos piensan que solo son felices quienes tienen una vida apasionante y ponen de ejemplo a los grandes hombres o mujeres. Pero no es así. Sócrates vivió tranquilo con Xantipa dando un paseíto por la tarde. Kant nunca se alejó más de quince kilómetros de Könisberg. Después de dar la vuelta al mundo Darwin se pasó el resto de su vida en su casa. En el amor apasionado, en el cariño paternal, en la amistad, en la benevolencia, dice Russell que encontraremos la felicidad. Y distingue entre amor y sexo, y dice que el primero es una experiencia en la que todo nuestro ser se renueva, mientras que en el acto sexual sin amor, cuando el placer momentáneo termina, sólo queda fatiga, disgusto y la sensación de que la vida está vacía. Tranquilidad, amor y mente equilibrada son necesarios, según Russell, para ser felices.

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