22/10/2018
ESPAÑA MIRA A LA MECA (IV)
Mirar Granada mientras te alejas es como escuchar un ruego lejano que te dice que no te vayas. No es difícil pensar, mientras el automóvil se adentra por ricas vegas, en el llanto de Boabdil y de todos aquellos que tuvieron que alejarse para siempre. Mientras viajamos, voy preparando mi mente para la visita al centro sufí Naqshbandi. En mi cabeza revolotean frases del libro que finalicé la noche anterior sobre el sufismo, Un viaje hacia el país invisible, del poeta Dionisio Cañas, cuya alma fue vencida por Alá mientras buscaba en su interior el árabe que casi todos llevamos dentro.
Cruzamos los primeros vientos de la alpujarra y siento que los almendros abren sus ojos blancos. Me borbotean frases que esperan pronto, cuando lleguemos al hogar sufí, documentar en la práctica la presunción de paz interior que me inunda. Para el sufí llevamos dentro un abismo que está lleno de luces y de sombras. Su filosofía, que se confunde con una secta musulmana, será la linterna interior que ilumine las sombras y resalte las luces. Pernoctamos en Órgiva. Allí se retiró el último rey nazarí Boabdil.
El hogar Naqshbandi, la comunidad sufí más grande de España, está a tres kilómetros de Órgiva. La orden nació en los tiempo de Abu Bakr as-Siddiq, el sucesor de Mahoma en el califato. Los sufíes nos esperan con el uniforme al uso. Siete u ocho hombres y sólo dos mujeres, que a la hora de las entrevistas solo se queda en una, Bahía. Ellos turbante verde, que es la mortaja que cubrirá su cuerpo desnudo, pantalones amplios de origen otomano, sandalias campestres. Ella el yihab, una bufanda grande y un abrigo negro largo.
Enseguida Umar Margarit, el sheij, maestro, un barcelonés que dejó la abogacía por el camino de Alá, se acerca a nosotros ofreciéndonos su palabra. Ana Terradillos comienza la conversación sin perderse en retórica parda. ¿Ese mundo irreal en el que vivís es de hombres o de mujeres? De hombres y de mujeres reales comenta el maestro. Insiste Ana. ¿Y dónde está la libertad de la mujer? La libertad es servir, dice Umar. Pero las mujeres en el Islam no podemos hacer todo lo que hacéis los hombres. No suelta Ana su presa.
Umar dice que las mujeres tienen su área de servicio, como si la vida fuese una autopista, que son leyes universales que él no ha inventado. ¿Y dónde está la libertad de la mujer?, insiste la periodista. El maestro entonces dicta su sentencia. "La libertad es servir a Alá".
Percibo que cerca de la entrada Ana habla ya con Bahía (María José). Al lado está Mansur (José Carlos), su marido, un malagueño de 43 años licenciado en psicología.
La entrevista de Ana con Bahía es maravillosa. Sevillana, 37 años, licenciada en Derecho, sus ojos son azules como el cielo de la mañana y su voz dulce como el rezo de un niño. Nos miran como a bichos raros, dice Bahía. Ana la mira intrigada, sonriente, complacida, con más ganas de entender que de analizar. ¿Por qué te conviertes?
Bahía sonríe. "Por amor, por amor, siento que ya he encontrado lo que estaba buscando, de otra manera no hubiera llegado al Islam si no es por amor". Estabas perdida afirma Ana mientras el primer indicio de la noche nos envuelve. La sufí responde. "Estudias en la universidad, te buscas un trabajo, te vas de Erasmus, empiezas de abogada, pero en el interior te sientes muy vacía, tienes sed de algo más". Ana le pregunta qué es para ella la libertad. Y Bahía le contesta que esta sociedad "lejos de hacernos libres nos hace esclavos, que la libertad es la auténtica libertad interior, no otra".
Por la noche profunda regresamos a Órgiva. Hemos estado mucho tiempo en el hogar sufí. En días posteriores muchas mujeres musulmanas, de variados oficios, comentarán su experiencia con su religión y la vida, con la sociedad y la mayor o menor islamofobia que hay en nuestro país.
Hayiara Aboudzaz, del barrio de Vallecas, cuerpo menudo y ojos profundos, boxea con la camiseta de los Lakers y el hiyab, en parte porque le gusta el deporte y porque salía a la calle con miedo tras los atentados. Si me quitasen el hiyab me quitarían una parte de mí, dice. Nadia Zein, de belleza sutil, la única diseñadora musulmana de España. Está centrada en su futuro y eso de estar casada le quita tiempo. Kaoutar Elotmai, cabello al viento en Valencia, 25 años, bloguera, usa perfume, dice que se puede interpretar el Corán a rajatabla.
Mariam Barouni, la única mujer que preside una institución musulmana en Europa, el Centro Islámico de Valencia. Dice que es más difícil encontrar trabajo con velo. Soraya Rouaz, youtuber hiyabista. Jihan Dahou, editora de la revista Hijabi Plus. Amal Chabach, sexóloga marroquí. Van llegando mujeres a su consulta... Mujeres que son la luz y la fuerza de un Islam de paz. Aunque no puedan sentirse protagonistas en el paraíso del cielo, luchan por el paraíso en la tierra.
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