06/10/2012
Decenas de miles de almas gritarán independencia en el Camp Nou. Hasta las piedras del estadio se desgañitarán chillando contra los malvados centralistas. Y si hay goleada gritarán los focos, los tornilletes, las porterías y las mamparas de los palcos, que seguro se romperán si Messi marca al final, cuando los ánimos depredadores se van desinflando porque el imperio no se deja masacrar.
Un día Laporta dijo que Ronaldinho era el héroe de un pueblo oprimido. Acababa el hombre de clavarle unos golitos al Madrid. Laporta pensaba que el que más podía hacer por la independencia de Cataluña era el Barça, porque el nacionalismo es como el fútbol, pasión y colores. Sin embargo, Ronaldinho no se convirtió en Simón Bolívar, sino que comenzó a dejarse tripita pensando que el lugar de los héroes son los pedestales y no los duros entrenamientos. Hoy el héroe Ronaldinho se pasea por los campos brasileños y seguro que se acuerda más del aplauso del Bernabeu que de los laureles secesionistas. Qué le va a importar a un brasileño si Cataluña está fuera, dentro o al lado de España.
Los nacionalistas catalanes tienen claro que un Barca-Madrid es el momento: Cataluña contra España, una de las mayores perversidades verbales que se han escuchado en los últimos tiempos. Porque hay muchos españoles que son del Barça y me imagino que no se sentirán a gusto mientras se defenestra a su tierra. Como tampoco creo que estén cómodos los jugadores no catalanes del Barça, por mucha Massía que hayan mamado y por mucho que sientan los colores. Todo lo que sea hundir al Madrid les vale. Pero hundir a España es como hundirse ellos mismos. Y seguro que pondrán cara de estupefacción ante los trajines pendencieros de los incansables nacionalistas. Tampoco podemos olvidar que hay catalanes que son de otros equipos de la Liga
Los nacionalistas aman al Barça pero no les importa quitarle las alas, bajarlo al cemento, amarrarlo como un pájaro cautivo a unas ideas sectarias, enjaularlo en sus mirada estrecha. En el fondo lo que quieren es fagocitarlo, quitarle universo para rociarle la cara con las pinturas de guerra de la Tribu. La política, en el fútbol, siempre está en fuera de juego. Le sienta como un atracón de raspas a un niño pequeño.
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