29/05/2011
Ya no tenemos labios y nuestros labios tienen que ser los vuestros. Ya no tenemos ojos y hemos de mirar con los vuestros, porque los nuestros fueron vencidos cuando el tiempo asesinó nuestros sueños. Ya no tenemos brazos y no sabemos abrazarnos. Enseñadnos a unirnos, a levantar los ojos para ver los bellos paisajes que se esconden encima de las nubes. Si vuestra voz enmudeciera y vuestros brazos se quedaran quietos, la luz que nos habéis dado será tan fugaz como un destello. Si vuestro corazón vuelve al silencio ya no habrá el latido de un unánime corazón. Y si perdéis vuestro sueño, como hicimos nosotros con el nuestro, ya no será posible soñar y los pájaros no sabrán hacia donde viajan por el viento.
El mar, el inmenso mar cabe en una plaza. Somos mejores porque un día creímos que era posible lo imposible. Y en ese empeño cambiamos lo que nadie quería cambiar. Sucedió hace mucho tiempo. En medio ha habido años de silencio, mucho tiempo de ausencia y hemos aprendido a mirar para otro lado. Por eso decidme quién aguanta el sufrimiento del mundo. Quién pone una venda en las heridas solitarias. Quién recoge las lágrimas de los niños sin futuro. Quién mueve la tierra para que suelte las palabras hermosas. Quién mira a los cielos para decirnos, después, que ahí está el único camino que tiene la esperanza.
Nadie. Nadie es quien tiene la voz de nadie. Y el mundo gira alimentándose de palabras que ya no curan ni llenan estómagos vacíos. Nadie abrirá la puerta, porque la puerta de la libertad sólo es posible abrirla con el alma. ¡Ah, cuánto tiempo hace que tuve vuestra edad! Llevaba cabellos desordenados y una barba de poeta oscuro. Vestía viejas botas deshilachadas. En mis ojos había una luz y en mi cuerpo un mar de fibras que buscaba la libertad y la justicia. A ese ser lo enterré entre mi vacío. Y ahí ha estado desde entonces, apagado, desterrado, conviviendo con mi olvido.
Pero hoy os escucha. Os agradece que existáis, que luchéis con flores contra la fuerza bruta. Querría defenderos con mis brazos, pero sólo sé escribir. Eso es lo único que no ha podido devorarme la vida. Pero aún puedo soñar, y con los pocos sueños que me quedan os pido que sigáis. Amo vuestra paz y vuestra sangre. Amo vuestros hijos y vuestro desprendimiento. Odio ver como os maltratan. Yo sólo puedo daros un poema y una lágrima. Me gustaría que el poema alegrase vuestro corazón, y que la lágrima llenase vuestros ojos. Mi fe en vosotros es la de muchos. Sed inteligentes, que nadie dirija hacia su provecho vuestros sueños. Sed inteligentes, que nadie alborote vuestra esperanza tranquila. Y si al final nada conseguís, pensad que al menos habéis soliviantado la ceniza del corazón de nuestro tiempo.
Impreso desde www.manueljulia.com el día 01/04/2023 a las 16:04h.