11/09/2005
Se está hablando mucho del Quijote pero nadie ha resaltado algo que he leído en algunos autores como Madariaga, Savater o Clemencín: que estamos ante uno de los libros más crueles de la historia. Sólo hay que leerlo desde esta perspectiva (como dice Bloom don Quijote aguanta cualquier teoría que le eches) para comprobar la enorme dureza de muchas de sus páginas. Estamos hablando de la gran crueldad física y sicológica que las diversas clases sociales(desde el vulgo a la sádica aristocracia) practican con don Quijote y Sancho siempre con la excusa de pasar un buen rato lleno de risotadas a costa de la infeliz pareja. Por eso Navokov dijo que el Quijote es uno de los libros más amargos que se han escrito en todos los tiempos. Si pensamos en el pobre Sancho vemos como casi todos los desencantamientos tienen razón en que le pellizquen, le den una femenina ristra de guantazos o le maten de hambre. Para desencantar a Dulcinea el pobre tiene que darse varios miles de latigazos. El manteo o las vejaciones a que lo someten cuando es gobernador (a pesar de ser agudo en sus decisiones), sobre todo el pisoteo final en la batalla fingida, implican que si hubiera existido entonces Amnistía Internacional, hubiera puesto en escarnio público a esos estúpidos duques de la segunda parte. Claro que si a Sancho le dan, a don Quijote lo aplastan. Machacado por mozos de mulas, apaleado por arrieros, arañado por gatos, henchido de estacazos, puñetazos, trastazos con candiles y pedradas, el pobre don Quijote avanza por la novela siendo reo de la cruel ironía de Cervantes. Ironía que se sublima en el castillo ducal, en donde las almas cándidas de nuestros héroes sirven de cachondeo a unos y otros, mientras todos compiten en ver quién se ríe más de los ilusos. Realmente el Quijote es un libro cruel. Si no, miren el final, en donde Cervantes deja una última y magistral puya. Alonso Quijano muere después de hacer testamento. Todos están tristes. Pero… “comía la Sobrina, brindaba el Ama, y se regocijaba Sancho Panza; que esto del heredar algo borra o templa en el heredero la memoria de la pena que es razón que deje el muerto”. Ea.
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