17/07/2022

EL SIEMPRE DE TUS OJOS


Dice Luciano G. Egido, que no hay nada más triste que ver a unos viejos mirando el sol. En este sentido, escribe Miguel Delibes en esa novela de luz y tristeza, La hoja roja, que los viejos se ponen al sol porque ya llevan la muerte dentro. Estas dos citas me llevan a esa oscura e injusta percepción que hay en nuestra sociedad sobre la vejez, basada en una persistente relación con la cercanía de la muerte, y en la inutilidad de una existencia que ya ha dado todos sus pasos necesarios. A mí la palabra vejez no me gusta. Se asocia a lo gastado, lo innecesario, lo que está en el umbral del contenedor. Uno visita una residencia de ancianos y tiene la sensación de que está visitando la soledad del destino, el cansancio, o la derrota aceptada, como define la vejez Adriano según Marguerite Yourcenar".

Como si con las arrugas no se pudiesen vivir el júbilo y la risa. Como si, hasta que llega ese momento en el que el cuerpo deserta de los dones de la vida, uno no pudiera exprimirla como la fruta que aún está al alcance de la mano. Mientras un último latido de luz haya en tus ojos la vida está enfrente para que puedas imbuirte en ella como el nadador en la azul piscina. Yo usé el otro día (camino por la década de los sesenta), ante una chica joven, la palabra "vejez" (no sé si de manera irónica o desentendida) y me encantó que se pusiera de marras conmigo porque dijo esa era aún para mí una palabra muy lejana. De todas formas, convinimos en que la vida no es vieja ni nueva, es, antes que otra cosa, vivida, y los que han llegado a los noventa por ejemplo nos llevan de ventaja que han sorteado un camino que no sabemos si nosotros sortearemos.

Fui muy amigo de un abogado y catedrático andaluz, una eminencia en Derecho Administrativo, Manuel Clavero Arévalo, exministro de Suárez y creador de la idea de las autonomías. Me relacioné con él cuando tenía más de ochenta años y además de valorar su inmensa sabiduría, basada en su enorme experiencia, me atraía mucho su mirada. Era limpia y estaba llena de luz. Te miraba y sentías que en sus ojos el veneno del tiempo había sido derrotado. La prudencia y el saber llenaban sus labios, pero la fe en la vida llenaba sus ojos. No había una juventud por fuera, pero existía una inmensa juventud por dentro. Don Manuel decía que uno no puede levantarse por la mañana sin ningún propósito, aunque sea el de contemplar como liban las flores las abejas. Un día me dijo una frase de un personaje de Faulkner: "Tengo veinte años y soy más viejo que muchos que han muerto ya". Sí, hay una "vejez" por dentro y otra por fuera. Esta segunda llenará mi cuerpo de arrugas y enfermedad, pero como mi amigo, dentro de mí siempre habrá una juventud irreductible, Estará ahí hasta que las horas hayan bebido mi sangre.

Impreso desde www.manueljulia.com el día 24/09/2023 a las 06:09h.