24/05/2020
Alejado del mar se siente que el alma desfallece como una medusa en tierra seca. Mi corazón se vierte animado por Karen Blixen. Sus palabras tamborilean en mi mente ofreciendo belleza y luz, luz sobre sombras que en la noche se acuestan conmigo, sombras del alma que emergen por las páginas gastadas de un libro viejo. Soy de tierra seca, de caminos sin orillas que se pierden por montañas que serenan la llegada de la helada. En el llano el amanecer recorre en pocos segundos las venas del cielo, luego el sol se costumbra a la soledad y cae como un agua luminosa, gorda, ciega, sobre el tiempo. Soy de noches oscuras que envuelven en el silencio la voz de una herida. En el atardecer estiro los ojos para ver al fondo un tren que siempre se aleja. Vi el mar cuando era niño. Fue un día de junio en una playa desierta de Marbella. Recuerdo sobre todo el murmullo de seda de las olas, unos ojos negros que miraban conmigo y la belleza de aquel cielo azul pálido que, aun no siendo como el de la llanura, espeso, se introducía igual en los ojos, como una deuda del viento. Sentí una tregua melancólica mirando la playa desierta
Este duro pellejo de vaca que se llama el llano (Rulfo) me formó abriendo mis ojos para ver un lugar lejano, deseado, imposible. Pero cuando vi el mar despertó en mi cabeza una fuerza oculta. Nadie ama el mar tanto como los de tierra adentro. Lo vemos en todas partes: en el movimiento de las espigas, en la lejanía, a punto de llenar las umbrías como un tsunami de pensamientos. Lo oímos al atardecer sonar por los cañones de luz rojiza que forman las nubes. Se oye fuera y adentro levantando una voz poética que quiere salir al aire. Leo en el poema de Valente sobre el Cabo de Gata: "el color no es color: es tan solo la luz", y recorro el camino de Almería a San José dueño de calas solitarias, y el viaje con Pla de Palafrugell a la Cala d'Aigua Xelida. No olvido un baño en el agua verde, cristalina, acunada por rocas marrones. Hay una vieja casa en el arrecife poco cuidada.
Memoria: melodía del mar contra la nada, dice un poema de Jaime Siles y en mi mente el mar va y viene diciéndome que es de Nadie, que su dueño es el enigma más inmenso, el que creó la belleza y el dolor. Vivo en la llanura. Amo el olor del viento a encina y envidio cómo los olivos desprecian el tiempo. Percibo la frescura de la vid brotando en agosto, pero soy del mar. De allí vengo y hacía allí me dirijo viajando por el río de la vida.
Impreso desde www.manueljulia.com el día 24/09/2023 a las 06:09h.