13/08/2003
Decidme si con este calor no se esconde el alma en lo más profundo de los músculos, como si el cuerpo fuese un pozo, y en lo hondo, estuviese el agua fresca, el moho verdoso de los días del invierno. Con este calor el aire es de plastilina. Con este calor el agua hierve en el estómago y el cuerpo pide una bocanada de sombra en el azul. Las extremidades, al moverse, transportan un peso adherido y reinventan a cada instante el movimiento a cámara lenta. Decidme si es posible, con este calor, herir a la vida, destrozar los monstruos del verano, sacar el cerebro a pasear y rodear el kiosco para atrapar las noticias y desentrañarlas, humillarlas, ensalzarlas o reírse de ellas como se ríe uno de sí mismo en el silencio.
Decidme si con estos dedos macerados, pastosos, haraganes como un famoso de ahora, puede uno prefabricar dardos de fuego en el teclado y lanzarlos hacia las dunas urbanizables de Marbella o de cualquier otro basurero y traspasar el trasero de los que están asesinando la democracia en los jóvenes corazones. Ah, cogería uno la lanza y entraría, acorazado como un tanque, con la furia del Quijote, en el pleno de Marbella para ensartar malandrines, cacos, fachuzas y horteras como se ensarta un chorizo en la barbacoa, como se pincha una aceituna rebelde.
Pero es que el maldito calor de este verano nos clava los vestidos al catre, nos deja amorfos sintiendo el viento íntimo y parado del salón oscuro y sólo podemos mirar como el baile de los instintos malsanos se va enseñoreando. La basura, la basura, la basura es la danza. En cada cadena, en cada esquina, en el pleno y en el parlamento, y quisiera uno coger una manguera gigantesca para barrer de un estallido a los gordos gilescos, y a la rubia esa de bote que es un monumento al cinismo contemporáneo, y al de deportes que huele a cantamañanas, y al alcalde que es otro cuentista y a los que están con el alcalde que tanto montan aquí unos como otros, quienes hacen y quienes permiten, hasta a la gran Pantoja que da un colorido cutre al asunto, simbiosis al cabo entre la basura del corazón y la basura de la política.
Y todo sigue, como en el poema. Será que con este asqueroso calor no hay quien se mueva. Las comisarías se aploman, los jueces sólo miran ventiladores y el cachondeo se aprovecha de la vida porque la ve tumbada a la sombra, vencida, dejando que la basura rodee todo y suene por el aire la pregunta de un adolescente: ¿Es que la democracia no tiene basureros?
Impreso desde www.manueljulia.com el día 01/04/2023 a las 10:04h.