21/08/2020 - 00:00 h.
En la mañana.
Te habitan demasiadas preguntas y pocas certidumbres.
El amor, más soñado que real, cruza ese puente que hay entre deseo y realidad, ese puente entre dos abismos.
El tiempo ya ligero, aunque los años se amontonan en un cesto lleno de ropa vieja y pesan como un pilón enorme.
El recuerdo sobrevive rompiéndose como una hoja pisada en el barro de unos días inútiles.
El presente, la espera de un futuro que se aleja como el horizonte cuando a él te acercas.
La inocencia un dolor que se encoge cuanto más largo es el camino recorrido que el que queda por recorrer. Fue imposible convivir con ella. Era una espuma que bañaba el vacío.
Los sueños, helados en un rincón oculto resistiéndose a morir, al menos dentro del último paisaje del alma.
La soledad, un encuentro con alguien que nace de ti y te abraza más cada día. Sois dos sombras que se imaginan cuerpos. Cuatro ojos que son muchos ojos, tantos como miradas perdidas en la memoria.
El alba es la noche y la noche el alba. Has aprendido a dudar de la apariencia, y has aprendido a dudar de tu propia duda, como decía ese poeta que tanto amas.
La culpa se va diluyendo. Eres una hebra de lana en el Amazonas. Eres un suspiro que ronda el infinito. De qué vas a ser culpable salvo de tus pequeñas miserias.
Te juegas la vida con las palabras, y las palabras a veces son un paracaídas sobre el abismo, y otras un peso que se adhiere a tu pecho y te empuja hacia abajo.
Hablas con Dios y veces escuchas su silencio, y otras solo oyes su ausencia diciéndote que estás solo, que viniste solo y que solo te irás cruzando un puente de niebla.
A veces odias el mundo y otras lo amas.
A veces una inmensa ternura hacia lo vivo te embarga, y otras te rebelas porque nadie te preguntó si querías llegar, y a nadie puedes decirle que te habría gustado haber ido a otro lugar.
Has aprendido a enterrar las decepciones en una tumba de hielo.
Cuando llega la alegria pides perdón a no se sabe quién, incluso destilas la felicidad con cuentagotas consciente de que a alguien le hará daño, y de que intentará robártela.
Sueñas con el poema más bello del mundo.
Te gustaría leerlo un día, aunque tú no lo hayas escrito.
Aspiras a que tu escritura sea bella y verídica.
Cuando lo consigues una profunda satisfacción abre la angustia de tu pecho, y la destierra.
Cuando amas te abres, y enseguida te cierras. El amor es un impulso intermitente.
Un día tu nombre, como el del poeta inglés, se escribirá en el agua. Quizá sea porque se diluye en el mar y regresa a su cuna de amor, o porque el vacío es lo único que hay antes de ser y después de ser. Quién lo sabe. Nadie.