El Diario de Facebook

19/09/2020 - 00:00 h.

CON EL MAR A MIS ESPALDAS (1)

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Regreso del mar. Cruzo tierras ásperas heridas por el sol del verano. La carretera, a pesar de ser un sábado de septiembre, se muere en la abulia de su propia soledad. El maldito virus pone sus huellas en todo. A mis espaldas el mar aún suena en la sombra de mis recuerdos. Mientras fijo mi mente en el asfalto, mientras la dejo abstraerse en las curvas y el rostro roto de los rastrojos, una huella profunda de mi memoria se agarra a la sístole y diástole de mi corazón, convirtiéndolo en un trozo de playa sobre el que el mar se acerca y se aleja.

“Algún día -le digo mientras mis ojos miran el horizonte seco y mi mente viaja a un futuro soñado- seremos compañeros en el tiempo, viviré en ti y tú en mí, y cuando llegue la muerte nos encontrará unidos”. Y siento que el mar me responde abriendo sus brazos ante mí, unos brazos que abrazan mi alma en la memora. Tanto me siento abrazado que por un instante mi cuerpo huele a salitre eterno y un grupo de gaviotas se adentran en el campo lejano para decirme que es posible alejarse de algo y sin embargo estar más cerca, si es amado.

La sensación es hermosa. Me voy del mar, de la Malvarrosa, la inmensa playa ayer silenciosa y vacía, y otro mar profundo me dice que por amarnos ya estamos casados, somos un solo ser aunque el tiempo y la distancia aleje nuestros cuerpos.

Ayer, con el cielo nublado, el mar, que reproduce el color del cielo, estaba gris. Hacía algo de frío y la playa estaba solitaria. Las olas eran suaves. Cantaban una canción que me sonaba a infancia. Como una nana en la cuna del primer silencio. Apenas nadie se bañaba pero yo me metí y nade minutos y minutos, hundiéndome y saliendo, imaginando que estaba en la placenta del universo. Me habría gustado estar desnudó para sentir que me hundía en el líquido amniótico del ser de mi madre (venimos del mar y al él iremos como en el poema de Manrique...

Me bañé tanto que me destroce la espalda y los omóplatos, me llené las piernas de agujetas y calambres y hube de estar toda la tarde en reposo, manteniendo quieta mi espina dorsal para poder hoy conducir el automóvil. Esos dolores apenas me importaban y esta mañana me levanté fresco y nuevo, deseando llegar a casa para corregir las pruebas de mi próximo libro “Que nadie diga que no luchaste contra molinos de viento”, editado por

La editorial Almuzara, Mediaset y la productora Unicor. Son 9 largas narraciones sobre personas que convierto en personajes Quijotescos luchando por su ideal. Pienso que quien no lucha por un ideal es incapaz de entender el mar.

(1) es un verso de mi buen amigo Felix Pillet Capdepón