23/04/2016
Tengo en mi biblioteca unos viejos tomos de tapa dura o de cuero ya casi carcomidos, llenos de notas y subrayados, con las hojas libres del pegamento y deseando escaparse de los gordos libros. Son joyas literarias que destellan en la estantería y están llenas de huellas de mis manos, y sobre todo de mis ojos. Cuántas horas habré pasado con ellos en tardes de sol o de lluvia. Cuántos meses gozosos perdiéndome por sus hojas, sintiendo que engullía con mi cerebro frases, sentencias, imágenes, mitologías, historias inmensas o pequeñas escritas por las dos plumas más grandes de la historia.
Si perdiera esos libros me arrancarían un trozo de corazón. Me sentiría huérfano de una memoria llena de momentos que considero de los más hermosos de mi vida. Me acuerdo que hace mucho cayó en mi pueblo una densa nevada. Durante unos días apenas si se podía salir de casa. Esa inconveniencia se convirtió para mí en gozo, pues me recluí y entonces volví a leer alguno de esos libros de tapa dura o de cuero. Me sentí en un universo en el que dialogaba con Shakespeare y Cervantes, me asombraba de sus tortuosas, duras, azarosas biografías y me preguntaba como en un ambiente tan terrible habían podido escribir la más maravillosa epopeya sobre la raza humana que jamás se haya escrito.
Ahora estoy leyendo la biografía de Jordi Gracia sobre Cervantes, "La conquista de la ironía", y mientras pasan por mis ojos cautiverios y heridas recuerdo aquella vieja lectura. Entonces leía los siete tomos de la monumental biografía Vida ejemplar y heroica de Miguel de Cervantes Saavedra, escrita por el conquense Luis Astrana Marín.
De Shakespeare leo la biografía de Mihnea Gheorghiu, que desmonta la leyenda sobre la falsa autoría de su obra. Y también la lectura me ha llevado a los viejos libros de Aguilar, los dos tomos de las Obras Completas del inglés, traducidos por Astrana Marín con una profunda introducción que ha marcado los estudios posteriores. La abro y leo que dice Astrana: "No parecerá extraño que a "La tempestad" suceda "La historia de Cardenio", donde fuerza es que se le suponga leyendo el "Quijote", ya en su original, ya en la versión de Shelton…"
Como dice José Rosell el conquense Astrana Marín es el puente más grande que hay entre Cervantes y Shakespeare. Nació en Villaescusa de Haro en 1889. Da nombre a una calle en la Complutense. Es uno de los manchegos más ilustres del siglo XX. Escribió la auténtica enciclopedia de Cervantes y la traducción más leída de todo Shakespeare. En España tenemos que agradecer mucho a Astrana Marín cuando hablamos de los dos genios. Es un gran manchego olvidado. Pocos como él merecen un homenaje en este centenario lleno de actos. Creo que es una gran ocasión para reivindicarlo en su tierra.
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