LA SED DEL VIAJERO

28/03/2016

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Ya es historia esta Semana Santa. Ahora es solo una sombra que ha llenado esta tierra de viajeros buscando una belleza, una paz, una aventura cerca de la gran urbe donde se aprietan los rostros y los corazones. La gran ciudad suda agobios, incomodidades, crueldad o dureza de la vida. Hay demasiada gente y el tiempo se comprime en estrecheces y amarguras desde que te levantas al amanecer para ir hacia las calles ruidosas y multitudinarias, a los autobuses llenos o riadas de transeúntes o los metros que se hunden en la tierra y se pierden por la oscuridad. La gran ciudad se cae tarde o temprano encima. Hay que salir de ella, cruzar las autopistas y los polígonos y entrar en el campo abierto para que los pulmones y los ojos se sientan libres. Para que los ojos puedan extasiarse viendo la gran llanura donde las viñas esperan pacientes que, una vez florecidas y maduradas por el verano tórrido, puedan pasar a sus habitaciones o cuevas frescas, oscuras, sombrías, para convertirse en vino que alegrará la tristeza. Cada vez sale más gente de la gran ciudad buscando nuestra paz. Se mueven por las tierras húmedas con sus lagos encadenados. Viajan por las plazas llenas de historia. Visitan las bodegas y los museos intentando quitarse la intoxicación cotidiana de su mente.

Por el norte, por el oeste, desde el sur, algunos con el olor del aire sucio aún en sus vestidos, llegan viajeros buscando el cielo azul más hermoso de España, o los atardeceres que estallan por las nubes blancas, las calles llenas de siglos de Toledo, Cuenca, Almagro, Infantes, Alarcón…Se van de bodegas y tascas por Valdepeñas o comen en la mejor pizzería del mundo, en Tomelloso, después de visitar el museo López Torres o la Cooperativa. El lunes oscuro contarán en el trabajo que jamás probaron un manjar tan sabroso, y que hablaron con el mismísimo Jesús Marquina, Marquinetti, el cual les dio un autógrafo y los saludó como si fueran clientes habituales. Ejércitos de seres cansados se acercan a nuestra tierra buscando sosiego, nuestra sombra y sol de primavera, un paseo por las Tablas ante los patos, luego el placer de la cocina manchega creativa de Rubén en El Bodegón.

El pasaje Lodares de Albacete, las calles Tinte y Mayor huelen aún al trasiego de los viajeros. Y mientras pasan los molinos y los castillos, más allá de la llanura, por las lomas se percibe el viaje de don Quijote y Sancho dialogando sobre la vida. Las casas colgadas al atardecer son una penumbra que brilla sobre las piedras desnudas, se quedan aún con la mirada fugaz de los viajeros…El tiempo, el aire, el alma de las encinas y los olivos, los buitres majestuosos, la soledad compartida de una grandeza que se esconde en la calma… Cada día vendrán más viajeros. Preparémonos para recibirlos.