KEYLOR Y EL SUEÑO IMPOSIBLE

03/08/2015

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Llegó al Madrid con un anhelo luminoso en los ojos. Traía como equipaje una fe sin sombras que le vestía de esperanza. Pero después de cada parada (jugaba poco) se introducía en su alegría una faz meditabunda. Estaba allí donde deseaba. Tenía el gran sueño al alcance de sus manos. Pero cuando las cerraba, como garzas sobre el deseo, sentía que dentro había un gran vacío. Entonces agachaba la cabeza y volvía a su rectángulo. Ponía las piernas firmes sobre el césped. Los brazos abiertos. Esperaba otro lanzamiento para demostrar a Ancelotti y a Villiam Vecchi que estaba preparado para adelantar a la leyenda que tenía enfrente, Casillas. Pero cuando conseguía esas pocas grandes paradas enseñaba penumbra, grima, desespero, en su rostro. Como si supiera que ni aun realizando el partido de su vida se le abriría el umbral de la titularidad.

En las noches de luna de las antípodas seguro que keylor Navas querría doblegar a su destino, a la angustia cotidiana de su fe. Casillas recorría un río buscando la curva de ballesta del Duero sobre Oporto. El estío pudiera abrirle una puerta luminosa. Cuando llegaba al vestuario acariciaba su camiseta con el número uno. Contra los italianos y el City salió al campo con su anhelo otra vez reluciente. Resolvió casi todo lo que llegó a sus manos. Pero por dentro, el mismo susurro. Por muy bien que lo hiciera un destino contrario doblegaría su esperanza. Llegaría De Gea. Sentiría que estos dos años habría flirteado con un duende burlón que le mostraba un sueño, y luego lo volvía imposible.

Ahora su viejo anhelo se difumina como el humo blanco en una sombra del futuro. ¡Tan caprichoso es el fútbol! Su rostro tiene unas manos abiertas diciendo adiós en los ojos. Casi nunca la vida es una película de Disney. Es más bien de los hermanos Coen, de John Ford, o de Berlanga