26/01/2002
Como decía Oscar Wilde, a veces, la naturaleza hace al artista con cara de carnicero, y al carnicero con cara de artista. Sin embargo, la naturaleza también es proclive a huir de tan sagaz paradoja. Un ejemplo es cómo la naturaleza ha hecho a Carlos Carnicero con cara de carnicero. Algo grande y embotado que lanza ripios oficialistas inflando los carrillos, como si viniera de una dura competición con Óbelix por engullir varios jabalíes asados en el corazón del reino. Carnicero ejerce de turiferario asotanado en la tertulia de Tom Martín Benitez: panza búdica, botafumeiro sureño y espada vengadora. Junto a Eduardo Sotillos –del que viendo su planta es imposible pensar que no sea un intelectual- y Maria Antonia Iglesias –que es como Carnicero pero en mujer-, funda el modelo de lo que sería la sinfonía oficialista, ya sea romántica o modernista. Porque no podemos olvidar que también en la otra orilla existen monaguillos del mando. Los que, como dice Umbral, distribuyen un sosiego papalicio cuando la voraz actualidad quiere hincar el diente a su gobierno. Forman vagos parapetos frente a las violentas tempestades.
Aunque, siendo justo, digo que la tertulia de Tom no es en su totalidad una coral panfletaria. Cierto es que faltan nombres que despierten una cuota aceptable de divergencia. Pero también es verdad que asiste gente que dice lo que piensa, y no lo que tiene que decir. Es el caso de Rosa Valenty, Iam Gibson, Tico Medina, o Lorenzo Díaz, el subdirector y tertuliano del excelente, humano, atrevido, sensible programa de Carlos Herrera, comunicador que desplaza la poesía por las ondas permitiéndole brotar de sus labios como de una fuente inagotable. Rosa Valenty es una buena tertuliana; siempre, claro, que no se hable de Cela, porque del Nobel sólo conoce los cuatro chascarrillos y alguna que otra página de las revistas del corazón. Alguien debería decir a la artista que el finado tuvo la ocurrencia de escribir decenas de libros.
Por cierto, que en aquel programa, y como allí estaba el libresco Sotillos, pensé que hablarían algo de Primer viaje andalúz, ese vagabundaje del Nobel por Andalucía. Pero ante la cita de Martín, quedaron mudos, como estatuas sin luz. Se veía que nadie lo había leído. Lo más profundo que dijo Sotillos fue que Cela había disfrutado de un exceso de halago, así, en singular. Gibson y Medina son como son, y huelga decir que al menos dan entidad popular a la tertulia. Y de Lorenzo Díaz no podemos dejar de reflejar el hecho de que siempre es capaz de decir algo inteligente. Su último libro, Un siglo en la vida de España, es el ejercicio de un sociólogo agudo que sigue el dictado de su cerebro, como Diógenes con la linterna. En fin, que según es Canal Sur, la tertulia de Tom se salva de la quema del cura. No así ese Dúo Sacapuntas que sigue asesinando a don Quijote y Sancho. ¿Hasta cuando señor Camacho? Piense que igual un día representan las bodas de Camacho, y le felicitan.
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