04/10/2014
Si algo tengo claro, dentro de la ofuscación que uno siente ante el folio en blanco, o ante la pantalla en blanco (tranquilo chaval, lo has hecho cientos de veces, solo es cuestión de encontrar la primera palabra, decía Hemingway) es que no quiero hablar del problema catalán. Estoy harto de ese encono despreciativo y solemne en el que se quiere representar un adiós irreparable. Amo mucho la cultura catalana (Maragall y Gimferrer, Carner y Monserrat Roig, Sagarra, Pla, D'Ors, Foix, Vinyoli,…) y me parece un terrible error que cada mañana los independentistas nos abofeteen con un guante y nos lo tiren a la cara. El corazón es el tercer cojón, mi general, dice un personaje de García Márquez. Creo que en esta historia, a pesar del seny catalán, imperan más los cojones que el entendimiento lógico.
Tampoco quiero hablar de las cajas de ahorro, de ese supermercado de diamantes en el que los pícaros de cuello blanco, rojo, azul…han metido sus manazas dejando el país lleno de deudas hasta las cejas, deudas que costarán muchos, muchos años pagar. Qué razones decir que ya no se hayan dicho. Solo que por una vez se aprenda la lección, y nos despertemos una mañana y escuchemos, con el bello olor del desayuno, que hay un gran pacto de muchos partidos para que, de una puñetera vez, la profesionalidad se imponga al amiguismo, el mérito al conchabeo, el estudio a la vagancia, la palabra al olvido, y el esfuerzo honesto al atajo lleno de mentiras. Y que por nuestra parte, los de abajo, entendamos que debemos ser los primeros defensores de esos valores en nuestra vida cotidiana.
Tampoco tengo ganas de hablar (oh, el día es tan bello, el sol de otoño crea una luz tan blanca) de esa ristra de chorizos cotidianos. Estamos hartos hasta del asco que dan. Bárcenas, los de los ERE, Matas, Urdangarín, los Pujol, Fabra…No, no quiero hablar de ellos. Ojalá que ardan en nuestro olvido. Ojalá tarden en ser sustituidos por otros intrépidos sinvergüenzas. No, no quiero hablar de eso. Me dan ganas de vomitar.
Quiero hablar del rostro bello, triste, nostálgico de Marion Cotillard. Su belleza pura que llena la portada de una revista. Mira con sus ojos azules una lejanía. Sí, quiero hablar de sus labios rojos entre sábanas oscuras, su cabello negro alisado entre una bruma de flores, la luz blanca que en su cara parece un alba que olvida el frío de la noche, quiero hablar de su cuerpo delgado que contiene una leve angustia azul que llena un sábado triste. En sus ojos respira la profundidad del cielo. Busquen su rostro, mírenlo, y sentirán que mientras exista tanta belleza, esta extraña vida tendrá algún arreglo, ahora o cuando el viento ya no roce nuestro rostro. Quizá.
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