LA OTRA CHAMPIONS

24/05/2013

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Correr, luchar, avanzar, detener el viento que empujan los contrarios. Unirse como letras de una frase que quiere escribir una historia maravillosa. Aspirar el sol que hace el fútbol transparente, o vencer el vaho pesado de la lluvia que moja la camiseta y la adhiere a la piel durante todo el partido. Soñar que hay un puente que se cruza. Ya estás en segunda A, o en Segunda B, con la gloria entre las manos.

Correr, tocar, creer que la unión hace la fuerza. Creer que la fuerza hace el camino. Esconder la sombra de la derrota para que no aparezca. Ver a familiares, amigos, profesores con una sonrisa que forja la pócima de Astérix en las entrañas. Y entonces será posible ascender. Subir a esa categoría tan ansiada. Y luego abarrotar las calles de una ciudad feliz que no quiere despertar. El fútbol no se acaba ni en la televisión ni en el fulgor deslumbrante de las estrellas.

Sentirse importante ante la gente. Porque el fin deseado se ha conseguido. Mirar al lado por si hay ojeadores encubiertos. Y luego, al acabar la victoria, ponerse la camisa con el olor a manos de madre. Esperar el abrazo de todos los que creyeron. Y si se pierde volver orgulloso al autobús. La vida casi siempre tiene otra oportunidad. Además, es cierto que en el esfuerzo siempre hay una recompensa saludable. Pero para el que gane será la victoria más importante del mundo. Cientos de miles de aficionados, en un centenar de partidos, llenarán el cemento de los campos pequeños con la esperanza conseguida.

Éste es el fútbol de la vida. Lo hemos mamado en las ubres de la memoria. Los campos abiertos. Las eras de las afueras. Los estadios de las ciudades medianas. Las vacas pacientes que miran el juego. Dos uniformes, un balón, dos porterías, los niños, el vendedor de bocadillos, el locutor en su cabina, los curas. Una épica cercana que se renueva cada año. Miles de ilusiones repartidas por los vientos de esta España real.