25/03/2012
Tomo el título de Martínez Sarrión, excelente escritor albaceteño poco aclamado por estas tierras. Aunque me cuesta leer su poesía, a veces críptica, fría o demasiado oscura o rebuscada, con sus ensayos, memorias y dietarios gozo a fondo. En ellos encuentro lucidez, sabiduría y riquísima prosa. Pocos escritores de aquí me interesan tanto. Pues bien, en uno de sus últimos libros, "Escaramuzas", nos habla de aquello con lo que se siente de manera absoluta y violentamente incompatible. Se refiere a costumbres cotidianas que le generan el deseo de irse al paraíso, o al infierno, la calificación es mía, de una isla desierta.
Repasadas sus fobias pienso que la soledad de Carrión puede estar muy acompañada. Visto el listado yo también me iría a otra isla desierta. Además, creo que somos muchos los que cada vez aguantamos menos determinadas costumbres a las que se da poca trascendencia, pero que con su persistencia terminan generando incipientes o sólidas angustias. Habla Sarrión en primer lugar de la predominancia en la vida diaria de la publicidad. Estoy de acuerdo. Es una invasión abrasiva para la mente, incluso cuando es bella, pues de tan machacona que se vuelve nos atora el cerebro. Quién puede ver una película en esas cadenas que la cortan una y otra vez para poner sus anuncios. A veces los cortes duran tanto que cuando se vuelve a la trama fílmica ya nadie se acuerde de qué iba la cosa.
También le molestan los ricos, blancos, calvinistas, armados hasta los dientes. Esos que se sienten defensores de Dios y suelen sembrar la tierra de cadáveres. El argumento huele a imperialismo, vocablo trasnochado para algunos, pero que aún tiene agónica vigencia. El hecho de que el presupuesto militar de USA sea mayor que el de todas las naciones hambrientas africanas algo indica. También le molestan los esquiroles, y coincido, aunque tengo mis dudas por los que así llaman desde el sindicalismo, pues a mi edad tengo demasiado claro que no hay ninguna idea o sentimiento que legitime el aplastamiento de mi libertad.
Luego habla del deporte. Y ahí difiero. Intuyo que su inquina tiene origen en neuronas cementeras de la izquierda antañona. Después del despilfarro. Cómo no estar de acuerdo si de aquellos fastos vinieron las actuales estrecheces. También le molestan los ruidos, como a mí. Habla de esas motos a las que ciertos tarados modifican el tubo de escape para atronar como tractores. Y tratándose de estridencias, aquí es muy fácil conseguir un buen listado. No olvidemos que somos el país más ruidoso del mundo después del Tailandia. Allí millones de motos surcan sus calles asustando pájaros, estatuas, casas, semáforos, nubes y sombras. (Continuará el próximo domingo).
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