13/11/2011
Un libro y una película explican lo que está pasando mejor que muchos manuales de economía. El libro es de uno de mis economistas de cabecera, Jhon kennet Galbraith. Se llama Breve historia de la euforia financiera y en él escribe sobre las crisis más fieras, desde la primera en Holanda en el siglo XVII, la tulipamanía, hasta el crash de 1987. Entonces la burbuja no se produjo con los pisos, sino con los tulipanes, pero siguió cada una de las etapas que hemos conocido ahora en el 2008. Expectativa, euforia, pérdida del control y caída en picado. La causa de fondo siempre es la misma. Nadie controla el imperio de la avaricia y el hecho cruel de que para el liberalismo económico todo está permitido para ganar dinero. En el siglo XVII, aquel desastre social, en aquel paraíso burgués, produjo tanta desesperanza que todos comprendieron que había que tener un látigo poderoso para domar a la bestia. ¿Quién lo usaría? El Estado, el único que podría domar esos instintos, pues defiende intereses comunes. Es pura socialdemocracia. O Estado del Bienestar que una parte de la derecha europea acepta. Pero Galbraith dice que la bestia es hábil, que siempre querrá ser ella la que dome al domador.
Y eso es lo que ha ocurrido. Que la bestia ha domado al Estado. Y como en nuestra zona el Estado es la democracia, no tengo más remedio que concluir que la bestia quiere domar a la democracia. Porque en el fondo de todo lo que ocurre es que la bestia se ha hecho más fuerte y el Estado más débil. Cada crisis se ha resuelto engullendo unas empresas inversoras a otras, y por tanto, ahora son menos y además más fuertes. Y por el otro lado, nadie me negará que ha descendido la calidad política: me habría gustado ver si González, Khol, Delors o Mitterrand no habrían puesto a la bestia en su jaula. Pero no ha sido así. La bestia está libre.
Y si hubiera que ponerle rostro le pondría el de Jeremy Irons en Margin Call. Los especuladores se dieron cuenta (increíble, lo descubre un bróker becario) de que habían metido la pata en su interminable burbuja. Y para salvarse hundieron el sistema financiero mundial. Inundaron el mercado de acciones mierda. Fueron los pirómanos de un sistema que en las últimas décadas había creado las sociedades más justas de la historia.
Ojalá la política resucite y vuelva a domar a la bestia. Es nuestra única solución. Pues hacen falta planes de reactivación, además de reducir déficit, si no nos inundarán las bolsas de pobreza. Y es posible, se ha hecho otras veces. Por eso votaré a Rubalcaba, porque tiene esto claro, y también que no hay que dejar que la bestia devore a una parte de la sociedad, a los más pobres, para que con su estómago lleno nos deje en paz a los demás.
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