15/06/2000
Si los dos grandes han llegado a la conclusión de que ya nos hallamos en el corazón de la campaña electoral, tendremos que ir preparando las mandíbulas para hartanos de la jugosa greña que llenará nuestro estómago. Antes, estás precocidades electoreras correspondían al PSOE, el cual tiene una técnica electoral que consiste en estar siempre en campaña. El PP se dedicaba a mirar cómo le llovían los aldabonazos mientras se rumiaba el desencanto de las últimas elecciones. Pero parece ser que el PP se ha dado cuenta de que aquí nos gusta ver a los políticos tirándose los trastos a la cabeza. Así que se ha puesto a la faena emulando al contrario.
Y es cierto, nos va lo pendenciero. Véase el éxito de los debates tumulto en la tele y esos programas en los cuales el personal aparece lleno de cardenales y de heridas. En esto es que parecemos japoneses insaciables. Si nuestros próceres del atril no se atizan con la sartén lingüística, decimos que la democracia está descafeinada y que la audiencia huye a las telenovelas. Así que al que va de modoso y complaciente, de sensatón intelectual, como aquel pasmoso -e inteligente- Calvo Sotelo, le castigamos en las urnas. A quién no da espectáculo verbal le retiramos la confianza. Claro, nos quejamos de que el sectarismo impere en la llanura, pero cuando oímos el famoso “dales caña” nos quedamos embobados, nos sube la adrenalina.
Debe ser que como casi nadie en el fondo nos convence, al menos queremos divertirnos, pasar el rato viendo el refulgir de las cachiporras ideológicas. Pues eso, que después de jubilar a gente tan competente para el jolgorio como Alfonso Guerra o Álvarez Cascos, nos quedamos bostezando con los sermones de Aznar o le dábamos al mando a distancia cuando Almunia escanciaba un discurso atiplado. Teníamos el mono de las viejas trifulcas.
Así que desaparecidos los cáusticos segundones, los líderes han tenido que reciclarse. Y he aquí que Aznar ya se va pareciendo a Álvarez Cascos y Almunia a Alfonso Guerra. Hombre, en un caso y otro falta la mirada asesina, pero con el tiempo todo se consigue. En el caso de Almunia es cuestión de que mejore el acento. Y Aznar, con que se ría con un poco más de avaricia, asusta al enemigo. Da gusto verlos en el mitin repartiendo mamporros a los malos de enfrente. Ahora tenemos un PP que se parece al PSOE, y el emulado sigue como siempre. Esto va bien. Ya sólo falta que encontremos el moderador adecuado. Yo propongo a la Gemio, esa ínclita que bucea como nadie entre los exabruptos y el griterío.
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