25/09/2022
Mientras un mundo se reúne en Berlín para estudiar como reconstruir Ucrania, el otro realiza referéndum ilegítimos bajo la fuerza de las armas, es acusado de crímenes de guerra por la ONU y ondea la bandera nuclear intentado que el miedo a la destrucción apocalíptica amanse la sed de justicia que avanza por el mundo. Un mundo acoge refugiados y otro los crea sin tener en cuenta la máxima crueldad posible, que es la matanza de niños.
Al final subyace la lucha de dos civilizaciones. La Occidental, la nuestra, la cual (huyendo de henchidas autoalabanzas) procede de Grecia, de Roma, de la Edad Media (en ella no todo fue malo), del Renacimiento y de la Contrarreforma, sí, pero sobre todo y como culmen de la semilla griega de la Ilustración, que significó la revolución más lenta y poderosa de la historia: la de los derechos humanos y la victoria de la educación para todos como forma de luchar contra los males de este mundo. Traer el cielo a la tierra, nada más y nada menos, y todo como consecuencia del imperio de la razón.
El gran valor de los griegos, como bien expresa Edith Hamilton en un libro de obligada lectura si se quiere entender nuestra realidad ("El camino de los griegos", Fondo de Cultura Económica, 1930), en un mundo en que lo irracional había desempeñado el papel principal fue descubrir el pensar sobre las cosas, la filosofía, y de ahí surgieron las disciplinas científicas y lo que hoy llamamos lo intelectual.
En su herencia más cercana Rusia tiene las férreas tenazas del Comunismo. No "avanzo" más hacia atrás, porque fue objetivo cumplido de este sistema arrasar cuanto de tradición hubiera, al efecto de generar un suficiente vacío en el ser humano para así poderlo destruir mejor y formarlo luego según su doctrina: no alienado con lo anterior, nuevo en la destrucción de su individualidad para poder perderse mejor en la gran masa dirigida.
Por ello en la guerra de Ucrania hay algo más que una batalla por unos territorios. Es el estertor de un mundo que se resiste a morir en la más absoluta soledad. Un mundo autocrático al que le resulta difícil soportar el escaparate de otro alrededor, que sin ser perfecto (la perfección le es imposible al ser humano) al menos ofrece unos niveles de justicia social y una libertad irreductible. Rusia no puede soportar que sus vecinos le den la espalda. Desde su soledad brama y ofrece el dolor.
El problema es que este mundo desvalido tiene el botón de la guerra nuclear. Y su propia debilidad le lleva a ese camino. Por ello espero de la inteligencia occidental dar los pasos para ganar en el tiempo lo que a lo mejor ahora pueda ser una victoria pírrica. Lo importante es no dar ninguna excusa a ese ser horrible que ama el dolor ajeno. Es decir, a ese psicópata.
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