13/03/2022
Voy en la nave de la sombras hacia la cabeza de Putin. Como en el cuento de Edgar Allan Poe salgo de mi cuerpo y viajo en un sueño. Me elevo sobre la gran llanura y veo los pantanos como grandes charcos de barro y agua. Cruzo las cordilleras que acunan pespuntes de nieve en sus crestas. Enseguida el Duero me da frescor en los ojos invisibles, y cruzando los Pirineos siento el deseo de parar y perderme en los verdes valles. Mi cuerpo invisible cruza Europa en un instante. Por la noche las grandes ciudades estrellan su luz en la oscuridad. La cúspide de la torre Eiffel roza mi pecho. Cruzo el Rhin para llegar a Polonia, desde donde entro en Rusia sintiendo lejos el resplandor de los misiles que arrasan Ucrania. Llego a Plaza Roja y penetro en el panteón donde se guarda la momia de Lenin. Acerco mi rostro a su rostro y observo que no tiene cerebro, que dentro hay un muñón de gasas y plastilina. Mirándolo recuerdo lo que dijo Papaioannou, que si se sustituyese la palabra marxismo ideológico por religión se entendería mejor todo el desastre. Por si acaso queda un haz de alma en ese cuerpo le digo al oído: "La que habéis liado para nada".
Con esta idea llego hasta el enorme despacho de Putin. Está solo, sentado en un enorme sillón mirando unos papeles. Aterrizo en su cabeza casi pelada y busco una zona por la que poder colarme. Es imposible, su cerebro está envuelto en una masa granítica de hierro y cemento. Resbalo y doy vueltas por su cara buscando un resquicio, porque los ojos y la nariz son pozos de hielo y el lagrimal no existe. Al fin encuentro una entrada en un tejido blando que el Botox ha dejado en la frente. Como en el filme El chip prodigioso, navego por sus neuronas cruzando los hilos de sus pensamientos, adentrándome en sinapsis y vaciedades, buscando su conciencia. Por el lóbulo frontal me hundo en su memoria y en una oscura caverna veo un muestrario de uniformes, pistolas, interrogatorios, torturas... Al fondo hay un cadalso en el que han partido el corazón a la palabra piedad.
Llego al lóbulo occipital, donde habita la información de las retinas, y veo una profunda oscuridad. Se le han empequeñecido tanto los ojos que solo vive con su memoria y sus pensamientos. Me acerco al cerebelo y veo sus neuronas organizadas de forma militar, están esperando órdenes. Me elevo hacia la corteza cerebral. Navego por un mar gris. Observo los pensamientos que vienen y van, emergiendo a borbotones. Son fotografías que forman un álbum cada vez más grueso. En la portada, roja como la sangre, hay escrita una frase: "Guerra e imperio". También está cerca otro álbum gris lleno de pensamientos. Lo encabeza la palabra "Derrota". Al fondo, recorriendo la bruma gris, hay una persona con la cara de Putin. Dice a quien le quiera oír: "Salvadme de mí mismo".
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