28/11/2021
El viento frío de la muerte. La soledad en su máxima expresión. Qué solos se alejan los muertos hacia ningún lugar. Ojalá un vacío cálido los aguarde inmerso en los ojos de Dios. El Dios de nadie o el Dios de todos o el Dios que no existe. Ojalá que allí, donde el tiempo no camina, haya un río por donde avanza una luz que nace de una fuente del infinito, en la frontera del ser y el no ser. El viento oscuro de la muerte siempre llega para borrar la mirada. Se quedan los ojos sin pupilas, los labios sin besos, el corazón sin latido, las piernas sin camino, solo los sueños quizá sigan avanzando, porque puede que seamos, como decía Píndaro, el sueño de un sombra, y puede que, como escribió Shakespeare (morir, dormir, tal vez soñar) la muerte sea un sueño eterno. Los griegos descubrieron esa relación entre el pensamiento y la eternidad que hunde la magia y lo esotérico, incluso la voz de los sacerdotes, en los vertederos de la razón. Platón despierta el pálpito del alma. Con la razón indaga en el valor del recuerdo y el sentimiento de vivir hacia un regreso.
La hora de Almudena llegó con los aciagos fríos de diciembre. No sé qué pensamiento se puso como vestido para el viaje, y al llegar saludar a un vacío que para mí es extraño y hermoso. La conocí en mi tierra manchega. Comí con ella, Chus Visor, Benjamín Prado, Javier Rioyo y Luis García Montero frente a una mesa llena de buenos vinos y quesos lugareños. También estaba Caballero Bonald, hoy otro viajero de las sombras. Hablamos de poesía y de gastronomía y Almudena, excelente cocinera, nos comentó diversas maneras de cocinar la carne. Aquel fue un día de esos que no se olvidan, de esos que se van convirtiendo en míticos en la memoria. La afabilidad, humanidad e inteligencia de Almudena son destellos aún vivos. Sus libros pasaron de mis ojos y mi inteligencia a las fibras del pecho, las que envuelven como tela de araña mi corazón, donde habitan los escritores amados después de haber sido admirados.
Resucitan los muertos, mas los vivos siguen enterrados en sus fábulas. Seguimos viviendo el cuento de la vida hasta que, como ahora Almudena, nos espere la verdad. La verdad está escrita en la memoria del futuro o no está escrita en ninguna parte. Al menos, en el negro silencio del más allá habitará la paz. Y si nuestras vidas son los ríos que va a dar a la mar, la muerte es un mar en el que no existen las orillas, idea bella, porque el mar siempre es bello. Y como en la canción de Mercedes Sosa digo, Almudena, que te fuiste a buscar novelas nuevas, y que una voz antigua de viento y de sal te requiebra el alma y te está llevando como en sueños, dormida, vestida de mar.
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