23/05/2021
Lhasen Larbi
Entre la geopolítica y la tristeza hay una frontera hecha de alambres deslavazados sobre tierras baldías por la que cruzan los ejércitos invasores de los pobres del sur. Como antaño hicieran en el 711 los árabes, sirios y bereberes musulmanes, al mando de Tarik, vienen a conquistar la península y seguro que esperan sea en tan corto plazo como entonces, ocho años después de la batalla de Guadalete, donde hundió su frente el rey visigodo don Rodrigo. Allí nació Al-Andalus. Tarik y Muza recorrieron la península devorando el poder de los reyes y los señores, convirtiendo la fértil Iberia en una posesión más del Califa de Damasco.
Entre el hambre y la historia, entre la luz del tiempo y las candelas de la amargura, que beben oscuridad, hay una frontera llena de alambres y espinos que separa la razón y la muerte, la democracia y el absolutismo, es la frontera que nos protege una vez que, con los Reyes Católicos, España recuperó su alma católica (que no cristiana), cuando echó a los terribles ejércitos del sur, que solo habían estado aquí ocho siglos. O sea, queda la duda de si los echaron a su casa, o los echaron de su casa. El mar se elevó para constituir una frontera militar que protege nuestra tierra. Entre tanto, los siglos desaparecen como pompas de espuma.
Un amigo que vive en Ceuta me ha mandado videos de esta nueva invasión: Hay tierra gris y mar gris y gente perdida que viene a destruir nuestra civilización católica (que no cristiana). Sus armas son el hambre, la angustia de la vida y el dolor de la ausencia de futuro. Bien pertrechados de niños, ancianos y mujeres embarazadas apuntan contra nosotros gritando ¡Viva España! y creyendo que existe la más mínima posibilidad de que puedan beneficiarse de nuestras migajas. Algunos de esos terribles soldados llevan unas sábanas al hombro, a modo de mochila. Está llena de enseres que piensan necesitarán en el lugar adonde no van a llegar.
Como todos los soldados de todas las guerras que existen, o han existido, son carne de cañón, recursos reemplazables, trozos de ausencia. Ahora masa humana sobrante que un rey absolutista manda contra el enemigo. Como todos los soldados no creen en la derrota, y como todos los soldados no saben que desde el momento en que van a la batalla ya han sido derrotados.
Los soldados de esta invasión son de lo más triste que hay: no los quieren donde van, no los quieren de dónde vienen y no saben adónde ir. Viven en la inmensa tierra de nadie de los que no tienen nada. Solo son súbditos del rey más cruel que existe: la extrema pobreza. En esta nueva invasión no hemos visto a Tarik y Muza. Deben estar por ahí, perdidos.
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