09/05/2021
O el espectáculo de la política, que no es lo mismo. En un caso es una manera de ser, y en otro una manera de actuar. En el primero nos preguntamos: ¿Es esto la política o estamos viviendo una pesadilla de vodevil? ¿Estamos en un circo y las escenas vertiginosas se suceden unas a otras para que no nos venza el aburrimiento? O quizá solo vivimos un destellante momento de absurdos, egoísmos y zafiedades, pero pronto volverá la sensatez y la política se plegará a la razón y el bien público, y por ello valdrá más una propuesta que un gesto, una idea que una ocurrencia, un discurso que un mitin, un programa electoral que un programa de televisión, y sobre todo volverá el sacrificio personal, electoral o partidario por el bien común, como en tiempos hicieron políticos de distintos signos, tales como González, Suárez, Calvo Sotelo, Herrero de Miñón, Carrillo, Roca, Fraga…y muchos más que nos hicieron creer, como nunca se ha creído, en la política.
Da igual mirar a uno u otro lado. Aunque la extrema derecha y la extrema izquierda se llevan la medalla de oro. Exageran sus alardes de populismo buscando un titular que suene como un navajazo en la carne, o el cabreo del otro, en todo caso agitar las aguas para que, turbulentas, favorezcan el caos que a ellas favorece. Da igual la derecha, el centro o la izquierda, uno ve un escenario en el que los políticos son actores en busca del papel que más aplausos produzca. Sus gabinetes son productoras de televisión, y community manager de las redes, que trajinan los vestidos y el ideario, los mensajes, que suelen ser titulares sin texto, las apariciones, siempre estelares, las propuestas (a ser posible vagas pero llamativas, necesarias pero insustanciales, utópicas pero olvidables, modernas pero imposibles), las presencias, ausencias, momentos, hitos vacíos, sombras chinescas, mitologías de la vida cotidiana, ellos son dioses que ríen y lloran como tú…
Como todo sucede en el voraz mundo de las formas, gana quien mejor maneja los escenarios y los escaparates. Como la inteligencia y el análisis se han convertido en algo oscuro y aburrido, gana quién mejor maneja lo simple, quién sabe mejor estar que ser, hablar que escuchar, tararear que decir. Estos son los que dirigen el barco. En la tormenta y en la calma son los que nos llevan. Si aún no hemos zozobrado habrá que achacarlo al hecho de que el mundo rueda porque es redondo, o porque a Dios le damos pena. Estos son los capitanes de nuestro destino. Visto lo visto, no entiendo que haya quien se pregunte por las razones del fracaso de Gabilondo. ¡Qué pinta un filósofo, como actor, en este espectáculo!
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