31/01/2021
Hace poco, con motivo de los 100 años de su nacimiento, vi un excelente documental sobre Berlanga en Moviestar. Pasaron por mis ojos los años recientes, desde el más oscuro escenario de la dictadura hasta la alegría y turbulencia del milenio, pasando por la atrevida, transformista y cívica transición. Mientras veía resúmenes de sus películas es obvio que diera en pensar en cómo vería Berlanga este momento pandémico, qué películas habría realizado distorsionando de manera esperpéntica nuestras inmensas contradicciones, nuestros ancestrales egoísmos o nuestro proverbial instinto cainita. Seguro que todo esto lo presentaría con un humor entre tierno y patético.
Mientras veía el tumulto de voces en La escopeta nacional o París-Tombuctú, me vino a la mente una columna vertebral de nuestra historia que va desde el siglo XIV hasta nuestros días. En ella se mezclan paradoja y exceso, contradicción y locuacidad, pragmatismo y crueldad, traición y honor, alegría y tristeza, todo en armónico ensamblaje, creando de la dualidad una unidad en lo eterno que se presenta embozada con todo tipo de máscaras, sobre todo tragicómicas, a veces solo grotescas.
La disensión es nuestra esencia. Y la verdad es que solo sacamos provecho de ella cuando, ausente el egoísmo, la usamos para un fin común. Entonces nos enriquece. O cuando impera en ella esa inmensa creatividad que abunda en este pueblo, o se manifiesta el ingenio por el ingenio, algo siempre hermoso para la inteligencia. Pero otras muchas veces esa disensión es desprecio, egoísmo, superioridad, o emerge de la hipocresía y la soberbia. Lo grande de Berlanga es que era capaz de destrozar la maldad con la estupidez y la soberbia con el humor.
Qué gran trilogía fílmica habría realizado Berlanga de la pandemia. Nos habríamos reído de nuestras miserias. El ejército de politicuchos, o presidentes de algo, en insistentes floreos de palabras, desde su cámara habrían tenido la venganza merecida. Con ese cada uno a lo suyo que nos envuelve, habría forjado el esperpento sumo. Con tanto discurso masticando el vacío, habría creado la farsa de la tragicomedia. Con el electoralismo rampante que no cesa, como el rayo de Miguel Hernández, habría forjado una coral de sombras que suena desacompasada y patética.
Ese pacto imposible que no nos han regalado unos y otros, a pesar de ser tan necesario y de que haya costado muchas vidas, en su lengua de luz habría reducido su drama a un casticismo indigesto, a una elocuencia de púlpito añosa. Al ver que Vox y Bildu favorecen la llegada de 140 mil millones de euros comunitarios para los efectos de la pandemia, mientras PP y Ciudadanos se oponen, Berlanga habría sentido encontrar la más inmensa paradoja, la más voraz tragicomedia.
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