22/11/2020
Perdido en el viento de un sueño o un deseo que la vida se ocupa de ahogar, me quito la mascarilla. Un leve picor rezuma por mis labios. El otoño se pierde por una niebla que contiene la llave de la nostalgia. Las hojas en el suelo, pisadas como la uva, sueltan un jugo ocre que se mezcla con el aliento de la tierra. Apenas hace frío, por ello puedo estar en el velador sin quitarme el anorak, puedo tomarme un café con leche y un zumo de naranja que un camarero fortachón me lleva obviando mi exceso de cordialidad.
Apenas hay gente en el parque. En el velador solo dos ancianos en un extremo observando mi soledad con una mirada de pena. Escucho un audiolibro. Me he aficionado a esa forma de "lectura" porque me llena los ratos vacíos. Cuando no hago nada la sensación de que pierdo el tiempo me produce múltiples angustias. Ahora, cuando camino o la abulia me clava en el sofá, los audiolibros me salvan las horas. Siento que trabajo sin esfuerzo y que pongo mi cerebro en su totalidad al servicio de las palabras.
Escucho El lobo estepario, de Hermann Hesse, una novela que leí mucho en mi juventud. Llenó de sentido mi tendencia a la soledad. Entendí por qué me iba al refugio profundo de mi ser cuando el exterior se manifestaba sobre mí anulándome, o ahogándome, o apabullándome, o devorándome. Aquella novela me ayudó más por la percepción de la lejanía de la manada, que por ese mundo zen que siempre he visto escaso para entender mi interior.
La niebla acaricia las hojas doradas. El tiempo se aleja de las agujas del reloj para dormirse en mis ojos y entregarse a mí como un sirviente. Da igual la hora que sea, da igual el mundo, da igual la pandemia, la canción del otoño suena en el silencio del parque como una tregua de la vida que me dice que olvide la batalla. Si la vida es un viaje hacia no se sabe qué, en el parque me siento como en una estación en la que se detiene un tren que me lleva cada día un poco más adentro.
El lobo estepario que soy, feliz en la lejanía de la manada, alaba este parque silencioso. Apago el audio libro y dejo que mi mente se pierda por la niebla lejana. Recuerdo que Píndaro decía, mientras glorificaba al vencedor, que la vida es "el sueño de una sombra". Quizá somos sombras que sueñan. Sin embargo al lobo estepario le viene a la mente una frase: "Vivir es seguir respirando hasta ser el susurro del silencio". No sé si la he leído por ahí o me la han suscitado las palabras de Hesse, pero todo mi ser me dice que en el Silencio hay un susurro.
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