04/10/2020
Desde hace unos años la información no sucede, estalla. Tiene uno la sensación de que siempre hay una bomba esperando en la primera esquina. Muchas veces miramos al cielo diciéndonos: "¡Dios mío!, ¿que noticia histórica, o trágica, o tragicómica, nos espera hoy?". Y nos frotamos los ojos cuando comprobamos que el asombro que nos invade es infinito, es decir, no tiene ni principio ni fin. A tener esa sensación ya nos acostumbraron, primero, los gobiernos de Rajoy. Bárcenas irrumpió como una bomba de hedor agriándonos el desayuno. Una cuenta nueva en cualquier recóndito lugar caía como acíbar al café. Junto a él aparecían conmilitones por todas partes. La charanga de los dineros para allá y para acá, incluso metieron en medio al Papa. "Joder, y que esta gente nos gobierne", se oía por aquí y por allá. Todo tenía trazas de vodevil y de esperpento, un sainete chusco, chulapo, porque durante y después de Rajoy los indepes campaban a sus anchas con un ardor panchovillesco inigualable. Es decir, el país era un enredo dentro de un enredo.
Y para arreglarlo llegó el comandante Pablo Iglesias. Estarás más o menos de acuerdo con lo que dice, y defiende, pero no puedes dudar de que enredar enreda como nadie. Lo pones en una fiesta de DJ y la fiesta termina a mamporros. Érase un enredo dentro de un enredo de otro enredo, y por si era poco, a Sánchez se le ocurre un gobierno Frankenstein (enhorabuena al que halló el hallazgo), con apoyo indepe. Eso es meter toda esa pasta flamígera en un horno atómico. Mezclar dinamita, nitroglicerina y ácido pícrico y agitar antes de usar. Nos levantábamos y mirábamos todas esas cuadrículas de la tele, y nos decíamos con el café en la garganta, lo bueno de lo malo es que se acaba, y esto se acabará. Pero no fue así.
En plena vorágine de destellos mediáticos devoradores, llegó lo único que podía empeorarlo. Una pandemia mundial. Una catástrofe. En esas situaciones se ven las costuras. La pandemia nos cayó encima como la tormenta de un naufragio, y los ilusos que pensamos que serviría para unirnos, vimos que una nueva realidad de espectáculo político se instaló en el escenario: la de estar siempre al borde del abismo.
Estamos acostumbrados a que las noticias no nos informen, sino que nos caigan encima. El enredo del enredo del enredo sigue. Solo faltaba una ninfa tan acuosa como la presidenta de Madrid, que no es que viva en los mundos de Yupi, es que se cree que todo esto que está pasando es algo así como un picnic político. Como dice Julio llamazares, estamos en una ciclogénesis nacional, y uno mira esto, y ha de llegar a la conclusión, como dice él, de que algo tendremos que ver los ciudadanos. Quizá estamos instalados en nuestra debilidad de masa y no sabemos qué hacer para que esto cambie. No lo sé. En todo caso, eso que se llama Sociedad Civil (sindicatos, empresarios, jueces, colegios profesionales, etc…) sí debería dar ya un paso al frente y decir que se ha acabado el espectáculo, porque hay riesgo de que al país le de un infarto.
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