09/02/2020
Estarán por ahí tirados en la acera o dentro de un cajero, durmiendo en un amasijo de mantas, y parece que son de nadie, pero son nuestros pobres. Viven a nuestro lado. Estarán con una caja de cartón en los pies, mostrando un cartel con una tremenda llamada de auxilio ("me desahuciaron, tengo dos hijos, vivimos en la calle, caí en la droga, lo perdí todo"), como si aun estando aquí no vivieran aquí, como pidiendo permiso por respirar y quitarnos un trozo de aire, o por molestar la belleza de los hermosos escaparates, como si fueran extranjeros en cualquier parte, pero son nuestros pobres. Parecerá que no viven donde viven, que son de nadie, porque nadie los quiere, pero son nuestros pobres, están en la puerta de nuestra casa, respiran nuestro mismo oxígeno y ven la vida que vemos, aunque para ellos lo mejor que les ofrece la vida es cerrar los ojos para no verla, cerrar los ojos para no verse a sí mismos.
Estarán muy cerca pero viven muy lejos de nosotros, y parecerá que nada tienen que ver con nuestra vida, no son como nosotros, no comen sobre un mantel limpio o en un restaurante decente ni duermen bajo la bella penumbra de un hogar, pero son nuestros pobres, son nuestros, son nuestros pobres, de esta sociedad, de este Estado, de este país, de esta civilización occidental que se ha dejado en el camino, desde la crisis, demasiados rostros en el olvido, de nuestro mundo civilizado que permite que la desdicha se pasee por la calle como si fuera la dueña.
Son nuestros pobres. Muchos de nosotros, y me pongo el primero, no protestamos ni un impuesto. Ni nos duele que puedan subirlos porque aceptamos que nuestro trabajo también vaya para ellos, pero quienes toman las decisiones, los políticos, han fallado en esa tarea, como dice el informe del relator de la ONU sobre extrema pobreza y derechos humanos, Philip Alston. Casi el 30% de los niños son pobres. Un millón y medio de personas están en extrema pobreza. Más de la mitad de la población tuvo dificultades para llegar a fin de mes. Millones de personas viven en asquerosos suburbios donde el imperio de la droga, el hambre y la incultura envuelve el llanto de los niños olvidados.
Philip Alston ha visto gente que vive como animales, ha sentido el silencio oscuro de la pobreza, ha levantado la verdad sobre el mural de vanas palabras políticas que nos envuelve. Y ha dirigido el dedo acusador sobre los políticos por muchas razones. Por haber hundido el sistema de protección social en una densa burocracia, por haberse olvidado de los más vulnerables, por no perseguir la evasión fiscal, por gobernar mal los recursos y gastarlos en necesidades innecesarias, por pensar solo en sus partidos, por gobernar mal en definitiva. "La pobreza es una decisión política", dice Philip Alston el relator de la ONU.
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