13/07/2019
Llevo unas semanas yendo con un equipo de rodaje de aquí para allá. Primero lo hice con el reportaje España mira a la Meca, que emitió Telecinco, y ahora con otro, cuyo nombre no puedo decir. Por eso quiero hablarles, primero, de lo mucho que trabajan la gente de los documentales. Vemos el documental en la tele y parece que nació así, pero detrás hay horas y horas de rodaje, de machacarse los sesos en el montaje, de aguantar al sol o al frío grabaciones interminables, de caminar por el asfalto o subir montañas como las cabras para encontrar la mejor mirada. Cámaras, sonido, redactores, producción etc…forman un grupo de gente que terminan siendo como una familia, una pequeña tropa inasequible al desaliento conquistando pequeñas empalizadas de la realidad. Luego nos mostrarán de la mejor manera la batalla de la vida, que es de lo que siempre se habla en cualquier buen documental. Les digo en broma que tienen "horario de funcionarios". De ocho a tres sí, pero de ocho de la mañana a tres de la noche. Cierran las cámaras cuando quedan cuatro o cinco horas para que canten los gallos. Además, los ratos de ocio son tan escasos como el sentido común en nuestros políticos. Graban diez horas para al final poner como mucho una.
Así que, a pesar de la enorme admiración que les profeso, me reafirmo en que lo mío es escribir. Escribir, escribir y luego escribir. Soy un esclavo de la escritura y podría cambiar aquella sentencia de Descartes, "pienso luego existo", por esta otra, "escribo luego existo". Desde que me conozco chiquitillo me veo siempre con esa obsesión. Esa de mirar las cosas más que nada para ver cómo las escribo. Mirarlo todo por ver si hay algo adentro de la apariencia, pues muchas veces la actualidad, y la vida, solo nos muestran escaparates vacíos. Escribir y mirar es para mí el único oficio que siento. Volver a mirar lo que tantas veces creía haber contemplado, y se había alejado de mí porque no había participado de su realidad lo suficiente para entenderlo.
Como dice John Berger, en general ignoramos lo que vemos. Vemos decenas de imágenes cada día y no nos damos cuenta de que para comprenderlas es necesaria una participación activa. No se pueden comprender si uno no las abraza, y yo lo hago escribiendo, sintiendo que me pongo de su lado, que les descubro el silencio que llevan escondido. Decían los griegos del humano que era el ser que mira a lo lejos. No conozco mejor manera de mirar a lo lejos que escribiendo. Es verdad que los medios están atravesando una gran revolución electrónica. Las nuevas tecnologías facilitan el trabajo, pero no ocupan su lugar. Cualquier avance técnico podrá ayudarnos, pero no puede ocupar el espacio de nuestro trabajo, de nuestra dedicación al mismo, de nuestro estudio, de nuestra exploración y búsqueda, de nuestra mirada. De nuestro sometimiento a la palabra.
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