27/04/2019
Escribo en el día de reflexión electoral. Y ante las estridencias exteriores me propongo la meditación y la lectura. Miro el sol, que después de las lluvias, hace el paisaje más reluciente. Los verdes escasos, como cúpulas de las lejanas urbanizaciones, se han vuelto densos con solo unos días de humedad. Los tejados parecen más limpios. No tienen el moho de las tierras lluviosas. En esta sequedad cuando llueve parece que alguna mano sideral los ha dejado como nuevos. Las melias comienzan a rellenar sus ramas oscuras. El pruno seduce con su vestido rosáceo. Hasta cuatro encinas y cuatro olivos que hay en la plaza parece que se han puesto de domingo, más frondosos. Hoy nada puedo hacer mejor que imbuirme en un libro de poemas, siguiendo el consejo de Llamazares en su habitual artículo de los sábados en el diario El País. Leer y pensar. Pensar y leer. Mirar en los descansos de los ojos el desorden de las antenas y la fealdad de los rugientes aparatos de aire acondicionado clavados en las ventanas. Esa fealdad contrasta con el azul espeso del cielo de llanura, puro ahora en su inmensidad, la puerta del brote oscuro de la lejanía. De tantos versos que leo de Jorge Guillén (olvidado, qué injusticia) en "Homenaje", publicado por Visor, éstos que diré giran y giran en mi mente, me elevan un gozo hondo, me dan luz en este sábado que huele a urnas heridas. "¡Y qué paz, ah, parece concebirse! / Cuando sobre el abismo un sol reposa, / Trabajos puros de una eterna causa, / Refulge el tiempo y soñar es saber".
Los versos tienen un brote de sabiduría que nace de su oscuridad. Dan vida al viaje y al destino. El silencio que brama en el epílogo electoral envuelve la mañana. El alma del futuro se me aparece en un corro de niños que bailan en la plaza. Un perro perdido, oliendo las esquinas, los mira deseando unirse a su juego. Cuando escribo desconozco el resultado electoral, pero todos los indicadores profundos me dicen que volverá a ser una maraña de cálculos y estridencias. Y la esperanza de lo nuevo, Vox, que es lo viejo, trae en el vientre del barco tinajas de aceite hirviendo. En un descanso de los ojos, mirando al fondo cipreses y abetos que envuelven a los postes de la luz, reniego de la política como espectáculo persistente. No debe ser un vodevil o una tragedia. No el teatro de la vida en pleno esplendor, con los políticos declamando exhaustos un papel vacío. Sin embargo, las cuatro columnas que soportan el destino: empleo, sanidad, educación y pensiones, van como fantasmas deambulando por el escenario.
La paz de Guillen, esa "luz en armas sin piedad", la siento al oír el silencio del aire. Una sístole y una diástole que serena. Sí, creo que soñar es saber. Sin sueños la realidad es vegetal, o una manada de sombras mirando a un futuro que se desplaza hacia lo lejos mientras vamos caminando.
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