19/01/2019
No sé en qué año estamos. Un murmullo en el cine ahoga las primeras palabras de la película, pero en el universo de Cuerda estamos cerca del año diez mil, que es como decir cerca del principio del tiempo. Como dice Herodoto la historia es un incesante volver a empezar. La soledad del grupo, el mundo enclaustrado, como en "Amanece que no es poco", reina en ese especie de convento en la naturaleza con su espléndido grupo de actores que pululan entre una torre y un corral de plebeyos. Pero el mundo cerrado de Cuerda es luminoso a pesar de que en su sueño todo es gratis menos la luz. Imaginativo, agudo, sorprendente, deslumbrante. Vi "Amanece" en un cine de verano, con unos amigos, detrás de un grupo de chavales que se machacaron a porros durante toda la película. Como no podía ser de otra forma participamos de su ceremonia. Un denso velo de humo, dirigido por el viento, chocaba contra nuestras narices. Creo que al final me quedé exhausto, esclavo de una sonrisa interminable. Quise verla otra vez (y luego muchas más), esta vez no acompañado de maría.
No soy "amanecista". No puedo sentirme en paz si me pongo obsesivo. Pero sí soy "cuerdista". El cuerdismo es la esperanza de que el lenguaje, en una explosión de gracia, sorpresa y agudeza, amanse la zozobra por la levedad, y la estupidez, del ser. También la violencia o la "neurorrea" (acabo de inventarme el vocablo), que es la base esencial de la verborrea. Además de "Amanece" no descarto otras películas suyas, como "La lengua de las mariposas" o "Los girasoles ciegos" (títulos dignos de Shakesperare), como emblemas del "cuerdismo".
En fin, pues "Tiempo después", la última, que emana de "Amanece", con un intervalo de ocho mil años, es puro "cuerdismo". Lo primero que me dejó admirado es esa senda que recorre entre Carlos Marx y Groucho Marx, de agudo esperpento ibérico, digno de convertirse en un género. Me imaginaba a José Luis Cuerda con un puro impregnando el rodaje de frases que inutilizan sesudos pensamientos. La enciclopedia es el abrevadero en el que beben las bestias, dijo Jovellanos.
Algunos dicen que Cuerda es surrealista. Y se equivocan. El surrealismo es el imperio del subconsciente y en Cuerda todo es demasiado consciente. Como digo es una mezcla de Quevedo, Valle y Groucho Marx. Más allá de los espejos convexos, que agrandas y distorsionan la realidad, Cuerda la abre para descubrir que lo que hay dentro es siempre lo mismo, la estupidez del ser, la belleza del ser, la melancolía de ser, la agudeza del ser. Cumbre, para mí, el momento en el que Miguel Rellán le dice a su pareja Guardia Civil, escocés: "Morris, me tienes hasta los cojones". Si quieren saber por qué se lo dice vayan a ver la película. Se lo recomiendo para que sepamos algo más de lo que somos o parecemos.
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