09/12/2016
Hoy es el primer día del resto de mi vida, dije una mañana al levantarme y ver mi mayor anhelo pisado enfrente. Lo primero que pensé es que no debía quedarme atrás porque eso significaría no poder avanzar hacia adelante. Y ahora que han pasado los años me alegro. Digo lo que dijo Luis Aragonés al ganar el Europeo cuando algunos periodistas se disculparon por la caña que le habían dado. Todo lo que ha pasado ha tenido que pasar para que seamos campeones, dijo El Sabio. Por eso hoy doy por bueno aquel fracaso. Gracias a él cumplo el que de verdad era mi mayor anhelo, escribir.
Por eso le digo a Alvaro Domínguez que mire hacia adelante y que cada segundo que pase vaya hundiendo más en la tierra el pasado. Algún día incluso podrá alegrarse de que esta tristeza y este dolor de ahora fueron necesarios para la felicidad que le esperaba. Leo la excelente entrevista de Carlos Carpio y Luis Aznar en Marca y entiendo su dolor, su desilusión. El corazón me pide enviarle un abrazo desde esta esquina deportiva. Adelante Alvaro, ya eres lo que serás.
LAS ALAS DE SERGIO
Está doblado en el viento. Mira a Ter Stegen. Los labios apretados. El cabello rompiendo la ley de la gravedad. La mirada espera el final del viaje del balón hacia las redes. A su lado Varane, otro pájaro en la noche, espera un balón que no llega. Piqué, obstaculizado por Lucas, rozando el suelo, mira el vuelo de Sergio, percibe que va detrás de una gloria que se coge en el árbol de lo imposible. El rostro de Piqué es sombrío. El marcador brillante y majestuoso señala el minuto 90. Sergio se funde con el ángel que lleva dentro. Suelta sus alas y vuelve a cambiar un destino casi escrito en la enciclopedia del fútbol.
El reloj es tiempo mientras se mueve. Cuando se para ya es recuerdo. La sonrisa de Sergio Ramos estalla en el silencio del Nou Camp. La gente no puede entender que un último instante sea tan largo. Otra vez el ángel de Sergio mostrando su magia. Los locutores de medio mundo rastrean imágenes pasadas, abren diccionarios para encontrar las palabras. Y entre las letras negras de las páginas se unen algunas para entender el prodigio. Fe, fuerza, esperanza, leyenda. El ángel que vive dentro de Sergio descansa hasta el próximo partido, hasta que vuelvan a ser necesarias sus alas.
LAS PESADILLAS DEL BARÇA
No tenemos un espejo en el que pueda verse el recuerdo. Tenemos la memoria, imágenes enlatadas, tiempo que como una lente magnifica el pasado volviéndolo mítico. Tenemos sensaciones. Tenemos luces y sombras. Movilizamos un sueño para acercarnos a la realidad. Aquel Barça era rápido cuando quería. Era lento cuando el partido lo necesitaba. Atracaba al contrario con una telaraña matemática, bella, a veces misteriosa. Era un tiralíneas de pases desbordando defensas con una lógica musical. Una orquesta interpretando a Mozart. Como escribe Juan Cruz una música que se alcanza igual que se percibe la belleza en medio de una huerta seca.
Posesión y defensa. Defensa y posesión. El otro sentía la orfandad del juego. La joven guerrilla (Xabi, Iniesta, Busquet, Messi…) dictaba el lugar, la forma, el tiempo, la magia. Pero el tiempo es un rey sin guillotina. Destroza sueños, llena los músculos de debilidad, las neuronas de pasado. El alma de Kruiff sigue viva sobre todo cuando juega Iniesta. Pero el Barça es humano y el fútbol es una montaña rusa. El Barça hoy es un grandísimo equipo. Ayer era sublime. Pero como dijo un poeta no se puede ser sublime sin interrupción.
EL SEVILLA, OZÚ QUE GRANDE
Sampaoli estaba en la grada como un gato encerrado. Quería lanzarse al campo, corretear por la banda ajustando posiciones, avisando de errores, manteniendo la garra y el vigor de un equipo que se ha plantado en Europa como un campeón. Supo sufrir y aguantar el Sevilla, crear un fútbol serio y duro que mantuviera el desánimo de los franceses. Vitolo ágil, elegante, inteligente, estuvo a punto de aplastar la fe de los galos y poner la guinda a la magnífica clasificación. Mariano, serio, intratable, frío. Nasri sudando talento y magia. Sergio Rico un gran portero sin aspavientos…y así.
El Sevilla tiene un equipazo y un entrenador valiente que quiere morir con el juego puesto. Al duende andaluz se une la pasión argentina. Fue un gran partido. Se percibía en el Sevilla esa certeza que el inexplicable fútbol permite al dejarnos sentir de un equipo que ganará su partido, que sacará adelante su cosecha. Prohibido perderse el juego del Sevilla. Esa muerte del sentimiento de inferioridad que nos muestra quiere decir, sobre todo, que estamos ante un equipo grande. El Sevilla, ¡ozú que grande!
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